Aunque existe un amplio número de factores que hacen que ante una situación de crisis o emergencia una persona o grupo de ellas no sean capaces de actuar con diligencia (reacciones éstas que en la mayoría de los casos se consideran normales para la situación), vamos a centrarnos en el llamado Efecto del Espectador o difusión de la responsabilidad en grupo, que ha sido ampliamente estudiado desde la perspectiva de la psicología social.
Si nos hicieran la simple pregunta de si seríamos capaces de ayudar a alguien que se ha caído en la calle, la gran mayoría diría “sí”, pero las teorías sociales proporcionan otros datos.
La teoría del efecto del espectador (Myers, 1983) pone de manifiesto que las personas somos menos propensas a prestar ayuda en presencia de un grupo de individuos. Cuando hay más observadores en la escena, la responsabilidad individual que tenemos cada ser humano se disuelve. Este fenómeno se detectó en marzo de 1964 cuando una chica neoyorkina llamada Catherine Genovese, fue atacada por la espalda en plena calle. Los gritos de la chica alertaron a una gran cantidad de vecinos que, asomados a sus balcones y ventanas vislumbraban la escena con horror, pero impasibles. Tal era el punto que hasta pasados 45 minutos nadie llamó a la policía.
A los investigadores les sorprendió tanto este hecho que comenzaron a realizar una serie de experimentos sociales en los que poder determinar qué variables influyen en las personas para prestar ayuda en situaciones de emergencia. En ellos se percataron de lo siguiente: en presencia de otros espectadores se produce una difusión de la responsabilidad en la cual las personas tienden a observar la escena y no actuar.
¿Cuál es el motivo para que se producto este efecto?
El principal tiene que ver con la sensación de responsabilidad, cuanto mayor es el número de personas, menor es la sensación de responsabilidad de ayudar. Esto se entiende porque el espectador ha de evaluar si es competencia suya o no el intervenir en la escena. Cuando hay una sola persona el impacto que recibe es mayor, sin embargo, cuando hay una multitud, la sensación de responsabilidad necesaria para actuar tiende a difuminarse entre los espectadores, disminuyendo así el impacto que recibe cada individuo para prestar ayuda.
El segundo factor es el refuerzo de la pasividad el cual explica que una pasividad colectiva refuerza que es la mejor opción. Algo similar encontró Solomon Asch en 1951. Llevó a cabo un experimento en el que reunidos un grupo de estudiantes tenían que realizar una sencilla tarea: se le presentaban cuatro líneas de distinta longitud y tenían que encontrar una pareja. Se descubrió que, cuando el experimentador daba orden a la mayoría del grupo de cometer error en la respuesta, la presión del grupo causaba que los participantes se dejaran llevar por la respuesta errónea hasta en un 37% de las ocasiones.
Otro factor corresponde a la ciudad en sí. Vivir en una gran urbe, reduce el altruismo. Esto puede darse porque los individuos en las grandes urbes se encuentran continuamente con personas necesitadas, limitando así los actos de socorro.