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Síndrome del nido vacío

 

El Síndrome del Nido Vacío hace referencia al conjunto de síntomas que experimentan los padres cuando los hijos comienzan a independizarse. Este hecho, puede entrar dentro de la normalidad debido a que es una etapa evolutiva de los seres humanos, el problema comienza cuando la sintomatología es tan intensa que interfiere en la vida diaria de los padres.

Los síntomas más comunes que se pueden encontrar son tristeza, depresión, anhelo, soledad, melancolía, pérdida del sentido de la vida o falta de motivación para hacer ciertas actividades, entre otros. Este estado se puede dar en todos los miembros del hogar, pero es más acusado en los progenitores. En algunas familias, la sintomatología puede aparecer con la ida del primer hijo, mientras que en otras sucede de forma progresiva conforme se van marchando.

Hay una serie de factores que pueden precipitar la aparición de este síndrome. En primer lugar, está la dificultad de aceptación por parte de los progenitores de que los hijos crecen y se emancipan del hogar; la creencia de que los hijos son de su propiedad o incluso el sentimiento de un “vacío matrimonial” con su marcha. Este último caso se produce cuando los hijos han tenido una especial importancia en la vida de pareja, de tal forma que los progenitores descuidan su relación convirtiendo a los hijos en el único punto de unión.  Así, la pareja puede llegar a encontrarse sin nada de lo que hablar y sin momentos o aficiones que compartir, ya que durante años la mayor parte de sus conversaciones han estado basadas en sus hijos.

¿Cómo anticiparse a ello?

Es importante que se planifique la mudanza con antelación. Esto ayudará a la aceptación del proceso con mayor facilidad. Tener una participación activa también favorecerá a la minimización de la sintomatología.

Además, un factor protector a tener en cuenta es dedicarse tiempo a uno mismo y aprovechar este periodo como una oportunidad para centrarse en nuevas ilusiones, actividades u objetivos pendientes; escuchar qué queremos y crecer a nivel personal y/o profesional.

Otro componente fundamental es el enriquecimiento de la vida en pareja dedicándole tiempo de calidad, redescubriendo sus emociones, sentimientos e inquietudes. Ambos comparten la misma experiencia por lo que es un buen momento para apoyarse y compartir esta etapa de transición y crecimiento. Tener momentos de ocio en pareja o salir a hacer ejercicio juntos fortalecerá la relación.

En conclusión, cuando el hijo abandona el hogar comienza a formar una nueva familia. Es importante que se fomente esta autonomía, ya que no implica una pérdida sino una transformación. Los padres siempre continuarán formando parte de su vida, aunque de forma diferente. Deben aprender a desarrollar esta nueva etapa elaborando reglas a fin de participar en la vida de sus hijos y adaptarse para funcionar solos en su propio hogar.  Comienza así un nuevo ciclo.

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