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TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN

Niña en una caja.

 

Actualmente se estima que la ansiedad por separación es uno de los problemas más comúnmente desarrollados en niños llegando a presentarse en un 50% de los infantes durante su etapa psicoevolutiva. Este trastorno ha sido definido por algunos expertos como la manifestación de ansiedad excesiva e inadecuada con respecto al desarrollo normal que acontece en relación con la separación del hogar o de las personas de apego.

No obstante, es importante tener en cuenta que tales dificultades, hasta aproximadamente los dos años de edad, son propias y normales del desarrollo infantil indicando que el niño o la niña ha establecido un vínculo seguro y sólido con sus progenitores.

Sin embargo, otras veces esa condición puede persistir con el tiempo (al menos 4 semanas en niños o adolescentes y 6 meses en adultos) generando un gran malestar excesivo que puede llegar a deteriorar el funcionamiento social, académico o laboral y que no es propio de la etapa vital en la que se encuentra la persona. Es aquí donde ya podemos hablar de Trastorno de Ansiedad por Separación. De hecho, se estima que un 1,4% de los niños muestran este diagnóstico clínico y que un tercio de dichos casos se mantienen durante la adultez en una forma subclínica.

A nivel cognitivo, estas personas suelen manifestar una preocupación excesiva por la posibilidad de que tengan lugar ciertos eventos negativos que comprometan el bienestar de sus figuras de apego. Estas preocupaciones también pueden ir referidas a la ocurrencia de situaciones negativas que puedan separar a la persona de sus seres queridos (por ejemplo, sufrir un accidente, un secuestro o perderse). Esto puede llevar al desarrollo de grandes niveles de ansiedad que suelen mostrase fisiológicamente mediante dolores de estómago, náuseas, vómitos, dolores de cabeza, dificultades en la conciliación del sueño o pesadillas y en el caso de adultos, incluso mediante sensaciones de vértigo, desmayo o palpitaciones.

Todo ello hace que, los niños, tiendan a mostrar conductas posesivas o de aferramiento hacia los padres, por ejemplo, evitando estar solos, rechazando el ir al colegio, a campamentos, dormir fuera de casa o ir a hacer recados. Si bien es cierto, también pueden llegar a mostrarse conductas agresivas o coléricas cuando la separación es inminente, aunque no suele ser lo habitual. En el caso de los adultos, estos suelen mostrar más bien incomodidad a la hora de realizar desplazamientos o viajes en ausencia de compañía.

Este tipo de síntomas suelen estar presentes también en el Trastorno de Ansiedad Generalizada, el Trastorno del Pánico, la Ansiedad Social o en la Agorafobia, sin embargo, el principal distintivo del Trastorno de Ansiedad por Separación con respecto a los anteriormente mencionados, radica en que los síntomas ansiógenos aparecen directamente relacionados con el distanciamiento o la separación respecto del hogar o las figuras de apego.

Resulta relevante tener en cuenta la existencia de algunos factores ambientales que suelen determinar la aparición y mantenimiento de este tipo de trastorno como, por ejemplo, un estilo de crianza autoritario o sobreprotector que motive el desarrollo de un apego inseguro limitando así la autonomía del niño.

Existen algunas pautas que pueden trabajarse en la esfera familiar para que los niños puedan desvincularse de forma segura respecto a sus figuras de apego.

  • Realizar progresivamente pequeñas separaciones de corta duración que le permitan al niño ir acostumbrándose a dicha sensación. Esto le facilitará el proceso de habituación a las señales fisiológicas de ansiedad que acontecen a corto plazo tras la separación.
  • Además, cuando realicemos estos distanciamientos es fundamental brindar un apoyo emocional asegurando al niño que habrá un regreso y que podrán hacer una actividad agradable juntos cuando se produzca el rencuentro. Esto ayudará al niño a relajarse y evitaremos así la sensación de incertidumbre o abandono garantizando así un apego más seguro.
  • Aunque estas separaciones se lleven a cabo de forma gradual, es muy probable que el niño muestre signos de preocupación o ansiedad. En estos casos, es primordial que escuchemos activa y empáticamente al niño y validemos sus emociones para que puedan normalizarlas y sentirse comprendidos. Esto, sin embargo, no significa que debamos quedarnos acompañando al niño y no realizar las separaciones.
  • Finalmente, debemos ir presentando mediante pequeños encuentros al cuidador del niño para que, llegado el momento de la separación, la situación no sea excesivamente desagradable y el niño pueda anticipar e ir aceptando la situación.

Por último, en algunos casos estas pautas no son suficientes dada la gravedad de la ansiedad requiriendo entonces de ayuda psicológica. Desde los estudios de eficacia y revisiones sistemáticas se ha concluido que uno de los enfoques de tratamiento más eficaces son las terapias cognitivo conductuales individualizadas en combinación con intervenciones familiares para facilitar el mantenimiento de las conductas alternativas y funcionales a largo plazo.

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