Ansiedad
Se habla de ansiedad generalizada cuando ésta no aparece ligada a un motivo o situación concretos sino que se dan una ansiedad y preocupación excesivas sobre una amplia gama de situaciones (salud, familia, actividades, relaciones sociales, temas políticos, etc).
Al individuo le resulta difícil controlar ese estado. La ansiedad se asocia a síntomas como : inquietud, fatiga, dificultad de concentración, irritabilidad, tensión muscular o alteraciones del sueño.
La consecuencia es que, al encontrase en un estado de activación permanente pueden producirse consecuencias para el organismo, ya sea en forma de alteraciones físicas o desarrollando otros trastornos de ansiedad, trastornos del ánimo u otras psicopatologías.
Es común la creencia de que la agorafobia es el miedo a los espacios abiertos y que por ello las personas que la padecen tienen temor a salir de casa o de otros lugares donde se sienten seguros, sin embargo esta creencia no es exacta. Los síntomas más destacables de la agorafobia son: las aparición de ansiedad en lugares o situaciones donde es difícil escapar o donde, en el caso de aparecer una crisis, puede no disponerse de ayuda.
Los temores suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, como utilizar trasportes públicos, estar solo fuera de casa, mezclarse con la gente, viajar y en general todas aquellas situaciones en las que la persona considere que no va a poder recibir ayuda o ser atendido si le sucede algo. Ese algo temido son las crisis de ansiedad. La persona adquiere miedo a estas crisis y las percibe como algo sumamente peligroso (aunque realmente no es así), por lo que comienza a evitar todas las situaciones en las que cree que podría ocurrirle una crisis.
El mayor problema reside que a medida que pasa el tiempo y se evitan mayor número de situaciones el miedo se incrementa y las situaciones temidas también, por lo que cuanto más tiempo se mantenga la persona con este problema, más ansiedad se va generando, se va quedando más aislado y se van produciendo más limitaciones en su vida cotidiana, aislamiento social, estancamiento personal, depresión, problemas de autoestima, problemas laborales.
La agorafobia tiene tratamiento.
El miedo es una emoción básica y necesaria para el ser humano, ya que es una respuesta adaptativa ante situaciones peligrosas o potencialmente peligrosas. Cuando el miedo deja de ser adaptativo y por lo tanto sano es cuando se habla de fobia o miedo patológico. Los miedos intensos o fobias producen un temor que es excesivo e irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos.
La persona se da cuenta de que el miedo es excesivo e irracional, pero no puede controlarlo. La persona evita enfrentarse a esos miedos, haciendo lo posible para no tener que encontrarse en la situación o ante el objeto temido. Cuando se expone al objeto o situación temido se produce una respuesta de ansiedad y un intenso malestar. Pueden acabar interfiriendo y limitando la vida cotidiana, en mayor o menor medida dependiendo del tipo de miedo.
Crean preocupaciones exageradas que pueden generalizarse con el paso del tiempo a objetos y situaciones que no son solo los que inicialmente provocaban el miedo y producen una ansiedad más general.
Las fobias tienen tratamiento.
Los síntomas son los mismos que los del resto de fobias, lo característico es que los miedos están relacionados con las relaciones sociales.
Los temores exagerados en el caso de la fobia social son:
- A no saber relacionarse socialmente de forma adecuada.
- El rechazo de los otros.
- A lo que los demás puedan decir.
- A expresar sentimientos y que los demás puedan hacernos daño.
La fobia social puede acabar produciendo cuadros de ansiedad generalizada, pérdida o no aprendizaje de habilidades sociales, depresión, así como baja autoestima, limitaciones en la carrera profesional, etc.
La fobia social tiene tratamiento.
Se llaman así a ciertas manifestaciones de ansiedad que se presentan de “modo repentino” , entre sus síntomas se encuentran el miedo o malestar intensos, palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo, opresión torácica, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad, mareo o desmayo, desrealización (sensación de no estar viviendo la realidad, sino que ve lo que está pasando como en una película), despersonalización (sensación de que su propio cuerpo es extraño), miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir, parestesias (entumecimiento, hormigueo, pérdida de sensibilidad en alguna parte del cuerpo) escalofríos o sofocaciones.
Como en cualquier otro trastorno no tienen que darse todos los síntomas para que se produzca una crisis de ansiedad y cada persona puede tener uno o varios síntomas “principales” que muchas veces desencadenan los demás. La primera crisis de ansiedad no tiene porqué constituir un problema y son muy habituales en la población general, cualquiera puede tener en un momento determinado una crisis de ansiedad y que su vida siga siendo igual que antes.
El problema sobreviene cuando las crisis de ansiedad se repiten y sobretodo cuando se hacen más frecuentes y producen en la persona miedo a los síntomas y a la repetición de las crisis, ya que pueden dar lugar a otros trastornos más graves como la agorafobia.
Las crisis de ansiedad tienen tratamiento.
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